NOSOTROS
La compra o
la venta de una propiedad, es mucho más que una transacción en ladrillos y
cemento. Involucra a familias, a gente que como Usted, como nosotros, que
sueña, sabe y siente que una vivienda es al fin de cuentas, un hogar.Y aquí
estamos, defendiendo y ofreciendo los mismos principios con los cuales crecimos
y fuimos educados, perfeccionados por el tiempo y puestos en valor, día a día,
en respuesta a un mundo má dinámico, más exigente y más demandante de verdadera
idoneidad profesional y personal.Somos una buena familia inmobiliaria, al
servicio de la suya.
TRAYECTORIA
Nací en Rosario,
Provincia de Santa Fe, una ciudad grande y dinámica. Cuando volvía del colegio,
con mis amigos, iba primero a la casa de mi tío, que vivía enfrente. Por
supuesto quería a mi padre, pero admiraba a mi tío. Su casa lucía un cartel con
la leyenda: D´Antonio, Daniel - Martillero. Con mis 8 ó 9 años, yo
también quería ser martillero. El modelo, mi personaje inolvidable, era mi tío.
Unos años
después, mi familia se trasladó a Buenos Aires y por supuesto, yo con ella. Siguieron
los tiempos de colegio hasta que apenas pasada la adolescencia, junto con un
amigo entrañable que aún conservo, formamos una sociedad: DANSER
-D´Antonio-Serna. Comenzamos a trabajar en la venta de lotes, con
Ferníndez Hnos. conocidos como "Los martilleros de la suerte". Salíamos
de Plaza Once con quienes serían nuestros clientes, aquellos queridos
"tanos" y "gallegos" que nos inculcaron el valor del techo sobre
terreno propio, en esta bendita tierra que los había cobijado. Nos
trasladábamos todos juntos en las antiguas y pintorescas "bañaderas "
rumbo a la zona oeste, con espíritu de colonización y servicio. Fueron años
imborrables en los cuales aprendí mucho sobre cómo satisfacer las expectativas
de la gente.
En 1969,
saqué mi matrícula de Martillero. Mi número es 266. Ya casado, con tres hijas,
mi responsabilidad en cuanto al bienestar de mi familia, me llevó a consolidar mi
vocación como profesional inmobiliario. Formé un negocio que me dio
tranquilidad económica y al tiempo, acordé con mi socio la forma de quedar en
libertad, para dedicarme de lleno a la actividad que me apasiona.
Durante
cuatro o cinco años, me integré a una prestigiosa firma del rubro, cuyo titular
se convirtió en mi amigo. Aún hoy conservamos una fraterna amistad. Hace más de
30 años abrí mi propia oficina. El slogan "el valor de un
nombre", es un reconocimiento de honor a mi tío, aquel que fue mi modelo.
Viví aplicando los consejos inculcados por mis mayores, que me quedaron muy
claros: "la vivienda es el mayor logro a que una familia puede
aspirar"; "mis derechos terminan donde empiezan los de los
demás"; "uno recoge lo que siembra" y muchos más que
acompañan mi vida y la de mi gente.
Hoy siento
el respeto de clientes, colegas y colaboradores. Siento que llegué a la meta
propuesta y que cada día puedo servir mejor a quienes nos confían nada menos
que sus expectativas más valiosas.
Ahora, Usted me conoce un poco más...
Roberto J. D'Antonio
Martillero